La fuerza interior |
No me gusta competir contra otras personas. Prefiero el término conseguir a ganar. Este último implica contienda, el primero lograr lo que uno busca o pretende. Este rasgo de mi carácter tiene un lado desfavorable: nunca seré campeón del mundo ni ganaré carrera alguna. Pero también tiene un aspecto positivo: nunca tendré que esforzarme por ser campeón del mundo ni por ganar carrera alguna. Esto, que no deja de ser una introducción, resume las dos filosofías propias del corredor aficionado. Nada más llegar de su participación en el maratón de Amsterdam, el marido de una compañera de trabajo, que ha sido campeón del mundo de ultrafondo militar, declaraba en una revista: "El deporte popular es más sano, agradable y relajante; no tiene nada que ver con la tensión de la competición, con sus rutinas de trabajo. Aquí se disfruta...". Atletas con más renombre aún avalan estas afirmaciones. La aseveración que en boca de Martín merece ser escuchada, en la mía, que troto a más de cinco minutos el kilómetro, siembra dudas más que razonables acerca de mi cualificación para adentrarme en la reflexión. Ahora bien, la falta de estrés competitivo me ha permitido algunas licencias. Cuando uno no corre para ganar se toma la actividad de otra manera. No me refiero a que vaya a las carreras con el ánimo envidiable de plasmar la experiencia en un reportaje fotográfico. Tampoco me refiero a que vaya saltando de flor en flor. Me canso. Acabo extenuado como el que más. Con mis allegados bromeo diciendo que el único mérito que tengo es el de aguantar muchos kilómetros cansado. Las licencias se refieren tanto al antes de correr, como al después, como durante la carrera. Antes de correr No necesito entrenador. En mis comienzos en esta actividad del correr, como supongo que le ha pasado a muchos otros, intenté que mi cuerpo se adaptara a los planes de entrenamiento que circulaban por la Red o en publicaciones de los gurús del ramo. Alguna lesión fue el pago por mi osadía. Probé más tarde a adaptar los planes de entrenamiento a mi cuerpo. Aquí tuve ya más acierto y mejoré bastante en mi rendimiento, pero no disfrutaba en las competiciones. Si pretendía participar tanto en carreras cortas como en largas, tanto en montaña como en llano, no servía el mismo tipo de trabajo. Al final, opté por mezclar lo mejor de ambos mundos; del entrenamiento, la planificación y el método; de mi cuerpo, los ciclos de actividad y descanso, el sutil lenguaje para comunicar el estado de forma y de ánimo. De esta manera, me calzo las zapatillas o las botas de montaña y salgo a correr, a trotar o a patear por el monte basándome en las sensaciones que ese día me transmite mi organismo. Cuando estoy cansado, no salgo. Si no me apetece, no salgo. Si hace un día de perros, procuro salir. A medida que se acerca el día de la prueba, sobre todo si ésta es sobre una distancia respetable, descanso totalmente de correr hasta una semana. Después de correr No necesito masajista. Antes iba, por costumbre, una vez cada 15 días, al principio de la semana que tenía pensado competir y hasta dos veces en la semana siguiente a una paliza kilométrica. Después de cada sesión, me costaba un par de días recuperar la sensación de piernas sin dolor, y algún tiempo más recobrarme de los 24 euros que me cobraba el fisioterapeuta, de corta edad pero larga destreza en sus manos. Ahora utilizo otros remedios; si no más naturales, sí al menos más personales. Elaboré una selección de los estiramientos que mejores resultados me aportaban y los realizo después de cada entrenamiento o carrera. Antes de cada ducha; sea invierno o verano, haya corrido o no, unos minutos de agua fría en las piernas. Cuando siento una gran pesadez un automasaje con alcohol de romero me descansa bastante los músculos. La semana siguiente a una prueba toca descanso. Nada de descanso activo. Descanso total lamiendo las heridas. Cuando las piernas comienzan a recuperarse del esfuerzo, paulatina vuelta a la actividad. Durante la carrera Observarnos mientras corremos es maravillarse. Sentir cómo se cargan algunos músculos y otros no, cómo el cansancio nos hace perder la postura erguida, cómo el agotamiento afecta a la concentración, cómo un esfuerzo prolongado de diez o más horas provoca una caída en las defensas orgánicas y el cuerpo tarda incluso semanas en recuperarse totalmente. No es un cansancio físico, tampoco es cansancio psíquico ni falta de motivación; es una especie de vacío que se percibe algo más abajo del hombligo y que nos hace suspirar de vez en cuando. Los entrenamientos se vuelven más cortos y espaciados. Algunos dicen que puede ser sobreentrenamiento. En estos casos lo mejor es el descanso. Ante una prueba de 50 kilómetros en adelante, descanso completamente la semana anterior y posterior a la carrera. La diferencia se hace notar, no tanto en el resultado como en el estado de ánimo, que al fin es lo que más me interesa. La recuperación posterior también es menos agónica. Sin embargo, aún estando convencido de lo que acabo de escribir, he tenido la inmensa fortuna de correr una prueba dura por etapas. En estas circunstancias el organismo no se comporta conforme a lo previsto. Después del primer día de esfuerzo, miras el futuro con incertidumbre. Te sientes cansado y sólo ha transcurrido un día de carrera. Descansas mal y al siguiente día no tienes certeza de poder aguantar otros cuarenta kilómetros corriendo por el mismísimo infierno. No sólo se soporta, sino que el cuerpo sufre una especie de transformación y surge el "superatleta" que todos llevamos dentro; se aguanta otro día y otro ... Se obra uno de los muchos milagros que esconde el cuerpo humano. Sufro más cuanto más corta es la prueba o el entrenamiento, ya que el ritmo suele ser más elevado. Las pruebas de larga distancia se presentan como un libro abierto para quien quiera realizar un viaje al autoconocimiento de su cuerpo. Después de horas al trote, los músculos, tendones, articulaciones, sistema vascular y respiratorio se calientan, se estabilizan y rinden a otro nivel, que nada tiene que ver con el habitual. Hasta ese momento no somos conscientes que nuestro cuerpo funciona como un todo. Los sistemas que componen nuestro organismo tienen una inteligencia propia que les hace funcionar y cumplir su finalidad sin más participación. Es el inconsciente quien controla el sistema automático. Cada sistema funciona de forma egoísta para garantizar su cometido. Es cuando la voluntad lleva horas sometiendo al organismo a un esfuerzo continuado, cuando los sistemas se unen buscando la economía energética; se unen para buscar la eficacia. Absolutamente todas las partes del cuerpo se concentran en ese objetivo. Sólo la propia supervivencia del organismo es capaz de obrar un milagro semejante. Me considero un corredor solitario, quizás por eso cada vez me gusta menos correr por las ciudades; prefiero la montaña, los caminos, incluso las carreteras. A su vez, la observación de uno mismo, la sensación de plenitud que provoca el esfuerzo, es motivo suficiente de satisfacción y la principal causa de que vuelvas a correr otro día. Bueno, eso y la droga del correr. No es que el hecho de correr sea droga alguna para nadie. Lo que ocurre, según los fisiólogos, es que a causa del frotamiento producido en las glándulas suprarrenales por la acción de trotar, se estimulan las endorfinas elaboradas por la glándula pituitaria y llamadas también "hormonas de la felicidad". Esta estimulación causa el mismo placer que actos tan dispares como la risa, amamantar a un niño, tener relaciones sexuales, amar a alguien... Siempre digo que lo que más me gusta de correr es detenerme. Es entones cuando nos invade este secreto placer. Solamente quien corra de manera habitual comprenderá a qué me estoy refiriendo. Decenas de pequeños detalles van formando parte del conocimiento que adquieres por propia experiencia; no porque te lo contaron o lo leíste en alguna revista, sino porque lo interiorizaste a través de tus sentidos y emociones. Correr con unas u otras zapatillas, cómo y cuándo correr con bastones, con cuál prenda voy más cómodo, correr con música según el estado de ánimo o el recorrido o el paisaje, qué comer o beber en largos recorridos, qué esfuerzos me causarán agujetas y cuáles no... Cuando se comienza a correr por la montaña se tiene el prejuicio de la dureza de los desniveles en subida, el desnivel positivo que llamamos. Al poco tiempo queda en evidencia el error. Las carreras se ganan en las bajadas. Las lesiones se dan en las bajadas. Los desniveles negativos suelen ser el talón de Aquiles de aquellos que tuvimos la osadía de correr por las alturas. La maravilla de conexiones neuronales que tenemos por cerebro nos permite una rápida adaptación a este medio. De las primeras cosas que nos sorprenden cuando realizamos vertiginosos descensos es la destreza del cerebro para llevar el pie a posarse en el único sitio posible y en tan sólo una fracción de segundo. Pero esto no debería llamarnos la atención; el cerebro es capaz de mayores hazañas, otra cosa son nuestras piernas. Hace tiempo circulaba por Internet unas frases que muestro, con permiso de su desconocido autor, con el objeto de probar los reflejos del cerebro. Con sólo poner unas letras en su correcto lugar, somos capaces de leer y comprender el mensaje de un texto. Ahí va para vuestro deleite y sorpresa: C13R70 D14 D3 V3R4N0 3574B4 3N L4 PL4Y4 0853RV4ND0 D05 CH1C45 8R1NC4ND0 3N 14 4R3N4, 357484N 7R484J484N MUCH0 C0N57RUY3ND0 UN C4571LL0 D3 4R3N4 C0N 70RR35, P454D1Z05, 0CUL705 Y PU3N735. CU4ND0 357484N 4C484ND0 V1N0 UN4 0L4 D357RUY3ND0 70D0 R3DUC13ND0 3L C4571LL0 4 UN M0N70N D3 4R3N4 Y 35PUM4 P3N53 9U3 D35PU35 DE 74N70 35FU3RZ0 L45 CH1C45 C0M3NZ4R14N 4 L10R4R, P3R0 3N V3Z D3 350, C0RR13R0N P0R L4 P14Y4 R13ND0 Y JU64ND0 Y C0M3NZ4R0N 4 C0N57RU1R 07R0 C4571LL0 C0MPR3ND1 9U3 H4814 4PR3ND1D0 UN4 6R4N L3CC10N; 64574M05 MUCH0 713MP0 D3 NU357R4 V1D4 C0N57RUY3ND0 4L6UN4 C054 P3R0 CU4ND0 M45 74RD3 UN4 0L4 L1364 4 D357RU1R 70D0, S010 P3RM4N3C3 14 4M1574D, 3L 4M0R Y 3L C4R1Ñ0, Y L45 M4N05 D3 49U3LL05 9U3 50N C4P4C35 D3 H4C3RN05 50NRR31R. Pero hay una vivencia en concreto que me tiene como embrujado, que me hace reflexionar hasta el punto de no comprender nada, que me maravilla hasta atormentarme. Tuve un maestro de sabiduría que se esforzó en enseñarme que aquello que se mueve a más velocidad en el universo no es la luz, sino el pensamiento. Con la misma elocuencia y seguridad afirmaba que lo más sorprendente y maravilloso de este mundo se encontraba en nuestro interior... Quizá se refería a esa energía invisible y misteriosa. Muchos hemos experimentado que después de recorrer decenas de kilómetros, con miles de metros de desnivel y varias horas de esfuerzo, llegamos al fin a meta con las fuerzas justas para esbozar una sonrisa de satisfacción. De repente, como si un grifo de energía se abriera, nos inunda una fuerza que nos hincha el corazón, nos quita el cansancio de las piernas y alarga nuestra zancada, un torrente de emoción se agolpa en nuestra garganta, hasta fluir a veces por nuestros ojos. Hasta ahora sólo sé que nace en nuestro interior, que no tiene nada que ver con el entrenamiento que hayamos realizado y sí tiene mucho que ver con nuestro compromiso personal. He devorado literatura intentando comprender este maravilloso fenómeno pero, paradojas de la vida, cuando encuentro algo que comienza a tener sentido acabo adentrándome en las arenas movedizas del conocimiento iniciático. Una idea me obsesiona desde la primera experiencia. Hasta ahora, la emoción que provoca ese fluir de energía interna ha sobrevenido de manera involuntaria. ¿Podríamos invocarla de forma consciente y voluntaria?. ¿Es ésa energía oculta la que han encontrado atletas que todos consideramos con unas dotes excepcionales?. Cada cual tiene unos motivos distintos para enfrentarse a carreras que desafían el sentido común. Yo confieso que no busco aventura alguna en estas pruebas. Busco que alteren mis emociones y conciencia cotidianas, para encontrarme con esos fugaces momentos de indescriptible felicidad. No me resigno a encontrar el secreto para domesticar esa fuerza interior... Si algún día doy con él, seréis los primeros en enteraros. Carlos Aguado. Corredor de ultrafondo |
1 comentari:
un gran article. Agafen ganes de sortir corrents :-)
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